Aldo Arraya fue muy impactado por la muerte de su padre, quien entró en un coma y nunca se recuperó. Intentó adaptarse a vivir en la ciudad sin tener a nadie que le guiara.
Para llenar el vacío que sentía, Aldo empezó salir con amigos mayores y a fumar marihuana, entró en un mundo nuevo. Al principio sintió que no estaba haciendo nada malo a la sociedad, porque solo fumaba marihuana. Pero abrir esta puerta le llevó a consumir otros tipos de drogas y Aldo se encontró atrapado en un círculo vicioso de dependencia y adicción.
A cuatro horas de viaje de su ciudad estaban las fábricas de cocaína. El pensaba, “¿Por qué me quedo aquí si puedo estar en las mismas fábricas?” Al inicio las personas de allí le regalaban porciones de drogas. Pero, después de un rato, le dijeron, “Ya no vamos a regalarte drogas, se la vamos a vender. Si usted quiere satisfacer su vicio, tiene que trabajar para comprársela.” Aldo empezó a trabajar para satisfacer la adicción de su cuerpo. El quería regresar a la ciudad, pero no tuvo dinero para el pasaje. Un día el se acercaba al lugar en donde pasaban los autos que se dirigían a la ciudad. Un hombre se apareció y le dijo que él pagaría su pasaje. Al regresar a casa, Aldo se metió en otro tipo de problemas.
El fue a la cárcel para hacer un intercambio de drogas con los presos. Al salir, fue abordado por la policía. La madre de Aldo se enteró que estaba en la cárcel y fue a visitarle. Casi no pudo creer que su hijo se había metido en un estilo de vida tan oscuro. Al salir de la cárcel, Aldo se fue a vivir en el sótano de su casa. Otra vez sintió el vacío de relaciones porque su familia le aislaba. Después de encerrarse cuatro días en su cuarto, salió a la calle para pedir ayuda.
Un carro paró y un hombre le invitó subir en el carro. Tenía una Biblia abierta en la silla. El hombre le preguntó, “¿Aldo, sabes que Dios te ama?” Aldo empezó a llorar sin parar. El hombre compartió el evangelio con Aldo y él aceptó a Cristo en aquel mismo momento. Aldo había consumido drogas diariamente durante 15 años, pero Jesús rompió su dependencia de las drogas inmediatamente. Jesús hizo un milagro maravilloso de restauración en la vida de Aldo. Nunca más volvió a consumir drogas.
Hace unos años se casó, tuvo hijos y se graduó como médico psicólogo de una prestigiosa universidad Boliviana. Ahora, Aldo trabaja con gente que se encuentra en la calle y en la cárcel, mostrándoles el amor de Dios y la esperanza de liberación y restauración que hay en Cristo.
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