Nasario creció solo con su madre y un padrastro porque una bala perdida mató a su padre. Así que la muerte trágica de su padre afectó en muchas áreas a Nasario quien solo tenía 4 años. Nasario no lograba salir de la constante tristeza, y fue en la adolescencia donde encontró en el estudio un buen refugio. Pero al entrar a un instituto, en vez de aprender sobre ciencias, aprendió como hacer bombas para atacar a otros colegios porque se había convertido en un pandillero juvenil. A partir de ese momento decidió meterse en la milicia, y ahí conoció nuevos amigos que lo invitaron a nuevos vicios nocturnos donde gastaba todo su salario. Por lo que su uniforme se convirtió en su nuevo medio de vida, ya que usaba su puesto para extorsionar a los criminales y obtener dinero sucio. Un día, un vecino llegó a buscarlo para hablarle sobre Dios, por lo que se escondió de su vecino, creyendo Nasario que él estaba muy bien en su mundo. Pero su vecino constantemente llegaba a su puerta para compartir unas palabras con él. Pero el odio de Nasario contra este creció tanto que decidió cortarle las manos, pero en el momento que lo decidió, el extraño ya no estaba en la puerta. Nasario siguió con su vida normal. Durante un patrullaje de rutina, un joven se no se dejó requisar, por lo que hubo que usar la fuerza. Eso enojó al joven, quien unos días después buscó la forma de vengarse por eso, y logró una orden de captura contra Nasario por varios cargos.

Ese arresto fue el inició de una serie de malos eventos para Nasario. Por mas de 3 meses no recibió una visita, sus amigos que lo acompañaron en la abundancia habían desaparecido. Sin embargo, si recibió una visita que lo sorprendió, era aquel vecino extraño a quien tantas veces le había cerrado la puerta. Impactado, Nasario escuchó las palabras de este hombre, pero él seguía creyendo que Dios no era para él. A pesar de que él veía a otros presos vivir gozosos en medio de esa prisión. Su compañera sentimental pudo al fin visitarlo, ella y la hija de ambos estaban sufriendo una terrible situación económica, y el corazón de Nasario de desmoronó cuando su hija le pidió que regresara a la casa. Su corazón se había quebrado, paralelo a su en su rostro se presentó una infección que le sangraba constantemente; ahora su cuerpo tenía ambos dolores: físico y emocional. Humillado y arrodillado, oró a Dios por ayuda. Rápidamente su oración fue contestada, al día siguiente su rostro estaba sano. En esos días, hubo una campaña evangelista en la cárcel, por lo que Nasario llamó a su compañera y le pidió que viniera. Ese día ambos aceptaron a Jesús como su salvador. Pero el odio que tenía contra quienes lo habían metido en la cárcel todavía no había sanado. Nasario prometió perdonar a sus enemigos, y pronto en respuesta a esa promesa, algo maravilloso pasó, un documento legal le dio la libertad, así que los 29 años de cárcel que le esperaban se convirtieron en 23 meses. Y al salir de ahí, todo lo que había perdido le fue restaurado: su familia, su trabajo y su salario. Aun así, Nasario no olvidó la promesa que le había hecho a Dios. A partir de ahí, Nasario empezó a compartir su testimonio con todos sus compañeros policía de todo el país. Hoy es un hombre libre entregado a servir a Dios, sabiendo que solo él lo pudo rescatar.