Maynor preparaba el próximo video de su grupo musical, Blanco y Negro, cuando lo fulminó la belleza de Rosa, una de las jóvenes que llegó a la audición. Fue amor a primera vista. Se enamoraron. El suyo parecía un romance destinado a durar para siempre. Unas semanas más tarde, ya vivían juntos y recibieron la noticia de que pronto serían padres.
Fue entonces cuando el cuento de hadas se convirtió en pesadilla de desamor. Maynor quería disfrutar de la popularidad que le daba su puesto de cantante dentro del grupo y valoraba su soltería como un tesoro. Los ruegos de Rosa no detuvieron su distanciamiento.
Convertida en madre, Rosa consiguió trabajo en una panadería. Una noche, una amiga le presentó a un hombre que le ofreció el salario completo de un mes por unas horas a su lado. Ella no quería hacerlo, pero aquel dinero parecía la solución a todos sus apuros financieros. Para vencer el temor y el sentimiento de culpa que le generaba su nuevo oficio, comenzó a consumir cocaína. Parecía que se había olvidado de Maynor e incluso tenía una nueva relación amorosa.
Pero cuando Maynor se enteró de lo que estaba pasando, se apareció en casa de Rosa con una disculpa y una propuesta. Se casaron y tuvieron un segundo bebé. Al poco tiempo, la popularidad del grupo disminuyó y la familia comenzó a sufrir penurias económicas. Un tercer bebé venía en camino pero Maynor convenció a Rosa de que lo mejor era ponerle fin al embarazo.
Ahora, Rosa no solo lidiaba con el dolor de haber perdido a su bebé. Cuando las facturas por pagar se acumularon, fue ella quien amenazó a su esposo con abandonarlo si no le permitía prostituirse de nuevo.
Al cabo de unos años, ambos eran adictos a la cocaína. Las autoridades les quitaron a sus hijos debido al estado de abandono en que se encontraban. Mayor suplicó por una oportunidad y juró dejar las drogas con tal de recuperarlos. Rosa tomó sus maletas y se fue de la casa. El matrimonio llegó a su fin.
Años más tarde, Rosa se encontró sola, drogada, en un cuartucho de un hotel de mala muerte. Cuando se asomó por la ventana, aquel domingo, observó a una familia que caminaba por la acera y se acordó de sus hijos. Al mirar atrás, solo veía el recuento de los daños que sus malas decisiones habían provocado.
En un baño sucio, clamó a Dios por ayuda. Si alguien había necesitado alguna vez un milagro, era ella. Solamente algo sobrenatural sería capaz de reparar todo lo que había destruido. La lista era larga y los años habían pasado. ¿Había esperanza para ella?
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