Antonio “toñito” Reyes nació en Puerto Rico, desde muy pequeño él creía que su vida estaba destinada al sufrimiento dado el poco cariño y afecto que tuvieron sus padres con él. Por lo que ese tipo de rechazo se convirtió en rebeldía
A los 13 años comenzó a tener amistad con otros muchachos de su misma edad, que entre todos juntos comenzaron a fumar cigarro, luego marihuana, hasta que al cumplir 15 años se inyectó heroína, efecto que le hizo olvidar sus problemas- para los 16 años de edad toñito era un adicto crónico.
Y para mantener esa adicción el empezaría a robar dentro de su propio hogar para venderlos en la calle. Al descubrir lo que estaba sucediendo su padre decidió echarlo de casa, produciendo en toñito odio contra él.
Toñito huye a Chicago, pero al llegar a Estados Unidos su situación se hizo más complicada. Ya que lo primero que consiguió fue un grupo de pandilleros, que cómo prueba para ingresar tenía que disparar a un grupo de jóvenes, y así lo hizo.
Esos niveles de delincuencia y adicción se incrementaron drásticamente. Toño ahora asaltaba en los trenes buscando dinero para poder hacer uso de la heroína. Incluso una vez durante un asalto, fue herido gravemente, ocasionándole 75 puntos en su espalda.
Toño se escondía en un sótano y por las noches usaba carbón para pintarse la cara y así asaltar. Era su peligrosidad que la policía lo buscaba incesantemente pero sus amigos buscarían la forma de ayudarlo.
La policía lo andaba buscando, así que sus amigos lo ayudaron a llegar a Puerto Rico, donde su familia lo esperaba para recibirlo bajo las condiciones que venía: desnutrido y adicto. Ellos lo internaron en un programa de la metadona. Ese tratamiento le ayudó por un tiempo, pero pronto comenzó a robar de nuevo y a volver a las calles con carrera delictiva y peligrosa adicción a las drogas. Innumerables veces fue conducido a prisión.
Toñito dormía en el monte, y pasaba 3, 4 o 5 semanas sin bañarse, totalmente hundido en las drogas. Eso, mientras su madre oraba por el milagro de que la vida cambiara.
Su mamá lo llevó a más de quince hogares de rehabilitación, y aun así toñito no había tocado fondo hasta el día en buscando droga, vio como alguien lo llamaba, y de repente fue acorralado por tres personas que comenzaron a dispararle. Aquellos disparos provenían de antiguos enemigos que buscaban saldar viejas deudas, y en esa huida, toñito se lanzó en un hueco profundo para salvar su vida.
En ese hueco estuvo atrapado hasta que sus enemigos se cansaron de disparar. Luego de que ellos se fueron, toñito estuvo ahí muchas horas, hasta el momento que se dio cuenta que ese hueco representaba su vida. Ahí se acordó de cuando su mamá lo visitaba en prisión, o cuando iba al pastizal a decirle que Cristo podía cambiar su vida.
En aquel instante clamó a Dios con todas sus fuerzas, pidiendo perdón por haberle hecho tanto daño a tanta gente, pidió que lo salvara de seguir siendo un adicto a cambio de servirle y amarle.
Antonio fue rescatado por sus familiares, quienes lo llevaron a casa, allí el comenzaría un doloroso proceso de desintoxicación que el mismo se impuso.
Encerrado en un cuartito le dijo al Señor que él quería salir de ahí hecho un hombre distinto y diferente. Su primo entraba todos los días a las tres de la mañana a orar por él porque oía los gritos mientras se revolcaba en el piso, pero toño había hecho un pacto con Dios. A los 26 días de estar ahí de rodillas, con la cara pegada en el piso le dije a Dios que ya no podía más…
En aquel momento sintió como Dios mismo entraba a su habitación para sanarlo completamente. Desde aquel día en adelante no sintió más dolencias en su cuerpo, se fue el deseo de usar droga , entonces corrió a su mamá a abrazarla, y pedir perdón al decirle que Dios había contestado su oración, ya no era adicto.
Al aceptar a Jesucristo en su corazón Antonio pudo superar sus adicciones, y transformar su vida. Hoy es un hombre renovado, parte de un núcleo familiar, un hombre cariñoso y respetuoso, consciente de que Dios fue el autor de su cambio y creador de su nueva vida.
|