Desde niño, Vicente Fernández de Puerto Rico, contemplaba impotente la forma cruel en que su papá agredía a su mamá. Hasta el día en que su madre se cansó y decidió acabar con la vida de su esposo, ese asesinato fue presenciado por Vicente y su hermana. Este episodio marcó su vida y lo convirtió en un niño desprotegido en busca de amor de un padre. Eso solo lo alteró lo que él dice que siempre tuvo: atracción para las cosas femeninas. Al llegar a la adolescencia, creyó haber encontrado el amor de padre que tanto había anhelado: tuvo una experiencia sexual con un vecino que tenía 54 años, mientras que él solo tenía 11 años. Así siguió por 3 años, hasta que su crisis de identidad llegó al borde, donde él deseó convertirse en mujer, cambiando primero su apariencia. A los 17 años su madre muere y en su mente se fijó la idea de que él era una mujer. Ahora su nueva meta era ser el mejor travestí en la ciudad de Nueva York. La prostitución, los shows nocturnos y el travestismo lo envolvieron por completo. Poco a poco se iba hundiendo en ese oscuro mundo de suciedad, Priscilla (nombre que se puso de identidad femenina) estaba perdida en su vacío.

Y en la búsqueda por llenar ese vacío, Vicente quiso probar de todo, incluso las drogas más fuertes y lo que eso implicara. Un día, unos amigos lo fueron a dejar a su casa, y al bajarse del carro, Vicente escuchó una voz que le dijo que nunca más los volvería a ver. Ese mismo día sus amigos murieron a sangre fría asesinados por un cliente. Es hecho impactó por completo su vida y la angustia se apoderó de él. Vicente tocaba fondo, las drogas y el homosexualismo lo tenían amarrado, y en medio de tanta desesperación buscó ayuda. Él entró a una iglesia solo, y las palabras que escuchó en ese lugar tocaron su corazón, el llanto y el alivio llegaron a su vida, ahí entendió que Dios tenía un plan para su vida. A partir de ese momento, comenzó a restaurar su vida. Poco a poco recuperó su masculinidad, y en ese proceso entendió que Dios, es un Dios personalizado que salva y ama. Vicente descubrió que esa batalla le enseñó a conocer a Dios que se volvió su todo. Hoy él es feliz sabiendo que Dios lo ve con misericordia y le ha abierto puertas para sacarlo de aquel camino de tristeza para llevarlo al éxito en Jesús.